Te acordás mi chinita del puente Pexoa, donde te besé... Qué extasiada en mis labios tu me repetías: - ¡No te olvidaré!... Tardecitas de sol, fiel testigo de amor. En el puente Pexoa, querida del alma no existió el dolor. ¿Cómo estarán en la ensenada, el viejo ceibal, los jazmineros y orquídeas en flor a quien cantó dulcemente el zorzal? Quiero volver, a contemplarme en tus ojos cambá y que me beses como te besé, bajo la sombraa del jacarandá. Y ese largo camino que hoy el destino de tí me alejó no podrá la distancia vencer a las ansias de unirnos tú y yo. Entonces cantaré, nochecitas de amor, a ese cielo divino, cielo correntino que nos cobijó.