Enemigo de la guerra y su reverso, la medalla, no propuse otra batalla que librar al corazón de ponerse cuerpo a tierra bajo el peso de una historia que iba a alzar hasta la gloria el poder de la razón. Y ahora que ya no hay trincheras el combate es la escalera y el que trepe a lo más alto pondrá a salvo su cabeza aunque se hunda en el asfalto la belleza. Míralos como reptiles, al acecho de la presa, negociando en cada mesa maquillajes de ocasión; siguen todos los railes que conduzcan a la cumbre locos, porque nos deslumbre su parásita ambición. Antes iban de profetas y ahora el éxito es su meta; mercaderes, traficantes, más que nausea dan tristeza, no rozaron ni un instante la belleza. Y me hablaron de futuros fraternales, solidarios, donde todo lo falsario acabaría en el pilón. Y ahora que se cae el muro ya no somos tan iguales tanto tienes, tanto vales ¡viva la revolución! Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo, ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada la belleza.